miércoles, 9 de diciembre de 2015

El mito trágico del Angelus de Millet



El Angelus de Millet se convirtió en una obsesión para el pintor español Salvador Dalí, quien realizó distintas reinterpretaciones pictóricas del mismo tema y sobre cuyo significado escribió entre 1932 y 1935 un ensayo titulado "El mito trágico del Angelus de Millet". En su libro "Confesiones inconfesables", Dalí afirmaba que el Angelus se había convertido para él en la "obra pictórica más íntimamente turbadora, la más densa".

Millet representa en ella una escena campestre, que es la que dominará en principio su obra. En un primer momento, Millet había pintado dentro de la cesta que está en el suelo a una criatura de pocos meses de edad, pero que había fallecido, y a los dos personajes de pie como los compungidos padres que la miraban sin consuelo. Esta situación conmocionó mucho a los que la vieron por primera vez, y recibió críticas, por lo que este pintor se decidió a retocarla quedando como la vemos hoy.

 

Este texto de Salvador Dalí, escrito en francés entre 1932 y 1935, se extravió en el momento en que Dalí y Gala tuvieron que abandonar a toda prisa la ciudad de Arcachon, pocas horas antes de la ocupación alemana. Veintidós años después, fue reencontrado y finalmente publicado en Francia, en 1963, sin que el autor, según el mismo confiesa, «tuviera que cambiar una coma».

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En 1978 publicamos esta obra por vez primera en castellano. El propio Salvador Dalí añadió nuevos comentarios y amplió la documentación gráfica -convirtiendo así esta edición en una auténtica primicia mundial-, pues no en vano la hipótesis desarrollada en esta obra fue una preocupación constante en su autor.




Nunca, como en estas reflexiones suscitadas a Dalí por el conocido cuadro de Millet, El Angelus, han quedado mejor analizados tanto su teoría sobre el mecanismo del fenómeno paranoico desde el punto de vista surrealista, como su método de interpretación «paranoico-crítica». Durante la gestación y elaboración de este texto, Dalí sometió personalmente a sus amigos -André Breton, Giacometti, el entonces joven Lacan, Gala e incluso Freud- sus vivencias y visiones, que le habían ido revelando las múltiples interpretaciones del mito, ese mito trágico, de la mujer castradora frente al hijo «absorbido» y anulado con su inevitable secuela de obsesiones atávicas.

Otro aspecto sorprendente de este texto en la actual edición es la confirmación definitiva de la hipótesis daliniana, según la cual Millet ocultaba, tras el pintor bucólico de sus inocentes cuadros, cuyas reproducciones presiden los hogares bienpensantes del mundo entero, al pintor secreto de dibujos e ilustraciones eróticas.


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